Más tarde, en el fumoir, Hervé Joncour se acercó, tambaleándose debido al excesivo alcohol ingerido, aun hombre que, sentado solo ante una mesa, miraba al frente con una vaga expresión de estupidez en el rostro. Se inclinó hacia él y le dijo lentamente:
-Debo comunicaros una cosa muy importante, monsieur. Damos todos asco. Somos todos maravillosos, y damos todos asco.
-Debo comunicaros una cosa muy importante, monsieur. Damos todos asco. Somos todos maravillosos, y damos todos asco.
Alessandro Baricco, Seda.
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