viernes, 25 de junio de 2010

1996.

Encuentro inesperado

Somos muy amables el uno con el otro,
decimos que es bonito encontrarse después de tantos años.
Nuestros tigres beben leche.
Nuestros azores van a pie.
Nuestros tiburones se ahogan en el agua.
Nuestros lobos bostezan ante una jaula vacía.
Nuestras víboras se han sacudido los relámpagos,
los monos la inspiración, los pavos reales las plumas.
¡Cuánto hace que dejaron nuestro pelo los murciélagos!
Callamos sin terminar la frase,
sonriendo sin remedio.
Nuestras personas
no saben cómo hablarse.

Wisława Szymborska

miércoles, 2 de junio de 2010

Άνθρωπος





















[...] Tras desnudarse del todo, el hombre descubre que no es sino un saco de excrementos, un poco sofistifcado, pero a punto de reventar.

monouuuu;

Diéresis.

Le encantaba permanecer ahí, y dejar de leer de vez en cuando para contemplar los tejados e imaginar los miles de destinos que se imbricaban, los jóvenes colmados de incertidumbre sobre su porvenir, los ancianos llenos de certeza acerca del suyo; los que se amaban, morían, calculaban, volaban, mataban, tal vez.

Leía por gusto; formaba parte de una de esas generaciones que no se avergonzaban de creer en la cultura.

Durante el paseo, vi a varias personas que leían, y a libros, cosa que me alegró. Tal vez la estirpe de los lectores no esté en peligro de extinción.


Paul Desalmand, Las aventuras de un libro vagabundo.