lunes, 15 de febrero de 2010

menos no siempre es más.

A diferencia del problema de la vida, el problema de la muerte no admite disolución. Nuestro miedo a la no existencia es algo preestablecido por la naturaleza. No tendría sentido que una criatura temiera algo que no tiene esperanza de cambiar, como el momento de su nacimiento. Sin embargo, es muy lógico tener miedo a la propia muerte, porque uno tiene cierto grado de control sobre el momento oportuno. El instinto es un instrumento contundente. Continúa teniendo esperanza, y continúa haciendo que nos encojamos de miedo, aunque la muerte sea inevitable.

El filósofo en zapatillas, de Nicholas Fearn.

1 confusiones:

Ruth. dijo...

Es cierto. ¿Por qué tenemos miedo a la muerte si es inevitable? Aunque como el señorito tiene el corazón de acero no tiene miedo a nada.
:D